04 marzo 2006

Bon vivants!

Día 11 - 9 de enero de 2006 – Pizzeria – Copacabana, Bolivia:
Nos levantamos alrededor de las 11 de la mañana ya que decidimos que si estabamos en un lugar bonito, relajado y pequeño no había porque levantarse tan temprano. Pese a que, para este momento del viaje, Mr. White había comenzado a aumentar los decibeles de sus ronquidos a niveles insospechados, pudimos descanzar bastante y amanecimos de buen humor. Alrededor de las 12:30 estabamos por la calle principal buscando un lugar donde desayunar pero en esta ciudad tenían poco respeto por las personas de buen dormir, por lo que no conseguimos ninguno. Ni lentos ni perezos optamos por un temprano almuerzo que podría ser renovado más tarde en caso de hambre ya que no pensabamos cohartar nuestros gastos en este pueblo que tan bien nos sentaba. Enfilamos hacia la costa del lago donde había muchos puestos que vendían, sobretodo, pescado. Existía uno en particular, uno donde yo debía entregar unas fotos que me había dado mi primo quien había tenido una pizzeria en esta pequeña feria hacia un tiempo. Buscamos el puesto y aceptamos gustosos la invitación de quedarnos a comer trucha (Gonzalo optó, erroneamente a mi gusto, por un lomo). Nos preguntaron que deseabamos beber y nos decidimos por una coca cola con la condición de que fuera "FRIA DE LA HELADERA" (los bolivianos consideran que frio significa "no caliente" ergo natural). La señora procedió a capturar una coca cola de una repisa y abrirla instantaneamente con lo cual no tuvimos opción de patalear. Disfrutamos de nuestro "brunch", pagamos pues la invitación no fue lo que tradicionalmente conocemos como tal en Argentina y partimos nuevamente hacia el centro. Ahí nos encontramos nuevamente con Leticia y Luciana quienes vagaban por la feria tratando de regatear cualquier cosa que encontraran. Con ellas nos dirigimos a la empresa Panamerica (los mismo que nos llevaban de un lado a otro desde Tiwanaku) y negociamos nuestro viaje a Puno, el cual se encontraba abierto, y procedimos a comprarles un viaje a las islas flotantes de los huros pues no se aseguró que desde allí era más barato (NO ME ACUERDO EL NUMERO, PERO SI QUE FUE UNA MENTIRA BOLIVIANA!). Con el viaje asegurado nos dirigimos hacia la zona de los restaurants ya que nuestras compañeras no habían almorzado y nosotros nos sentiamos dichosos para comer algo más. El sol era más que agradable ese día y buscamos un local con mesas al aire libre. Encontramos un lugar muy agradable y ordenamos un par de pizza para los 5, junto a una coca. Nos trajeron la coca cola acompañada de una pequeña picada lo cual nos pareció un buen gesto aunque la bebida, obviamente, estaba "al tiempo" (natural). Pasó el tiempo y nosotros no nos alarmamos ya que esto es algo natural en Bolivia. A los 30 minutos la paciencia era poca y los comentarios sobre el tiempo se hacían más notorios en el grupo, en ese momento observamos a uno de los mozos salir apurado del local a lo que no le prestamos demasiada atención. A los 15 minutos volvió el buen hombre con una bolsa en la mano, nada extraño hasta que vimos lo que contenia la bolsa: un paquete de harina. Los comentarios subieron de tono y se mezclaba la indignación con lo jocoso. 10 minutos más tarde el mismo individuo salió nuevamente. El humor se había adueñado de la situación y arriesgabamos en chiste lo que el hombre estaría comprando. El surrealismo se adueño de Bolivia cuando el sujeto volvió con un paquete de queso. En ese momento procedimos a formular todo tipo de teorías que iban desde la falta de uso de las heladeras hasta el desconocimiento del concepto stock.
En la foto de arriba se puede observar al trio en la dulce espera de la pizza previo a que se sucedan los acontecimientos relatados.
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03 marzo 2006

Caótica salida de la caótica La paz

Día 10 - 8 de enero de 2006 – Templo del Sol – Tiwanaku, Bolivia:
Tras yirar algunas horas por Tiwanaku soportando al resto de nuestro grupo (sobretodo a un asqueroso nabo arqueotipo de turista al cual apodamos Little Charles, porque era un carlitos) fuimos a comer. A todo esto ya se había pasado la hora a la cual debiamos retornar para tomar la movilidad desde La Paz hacia Copacabana por lo que Nicolás llamó por teléfono a la empresa y le aseguraron que tendriamos lugar en la camioneta que saliera al horario que llegasemos. Subimos nuevamente a la combi para gente con piernas reduicdas y emprendimos el viaje de regreso hacia La Paz. Pasamos por el tráfico insoportable del Alto que por suerte se encontraba de la via de enfrente. En las afueras de La Paz paramos al borde de la autopista (algo arriesgado debo aclarar) para tomar fotos desde un mirador improvisado. En esta fotografia puede observarse la ciudad de La Paz desde las alturas y como esta misteriosamente construida sobre el valle y las montañas que la rodean. Finalmente llegamos a la ciudad y tuvimos que caminar a toda marcha pues estabamos tarde para la última combia rumbo a Copacabana. Caminamos a toda marcha las cuadras que nos separaban de nuestro hostal y en el camino nos cruzamos con Ariel y Rosario a quienes les contabamos que viajabamos rumbo a Copacabana en breves minutos, sin embargo no tuvimos tiempo de quedarnos a esperar su decisión. Cargamos nuestros bartulos y volvimos a la calle donde nos encontramos con Leticia y Luciana quienes vagaban rumbo a su hostal. Sin mucho tiempo para conversar nos subimos a un taxi que nos paseo misteriosamente hasta que llegamos a la terminal (no nos importó demasiado ya que el precio había sido fijado al inicio). En la puerta de este edificio encontramos a Coty y Nadia quienes estaban sentadas en la puerta, nunca supimos porque. Este fue el último de esta seguidilla de casuales encuentros en no más de 20 minutos. Llegamos a la boleteria de la empresa Panamericana y una señora algo excedida de peso nos empujo hasta la puerta de salida, nos metió en un taxi y le indico vaya uno a saber que. No llegamos a comprender que sucedía pero la situación no era agradable ya que el taxista sufría de esquizofrenia, y cuando no se encontraba hablando con su amigo imaginario era poco amable. Finalmente llegamos al cementerio y allí aguardaban algunas combis. Nos subimos en la que nos indicaron y comenzamos a esperar. Una vez más presenciamos una tradición del norte: mientras una combi no este llena, no parte, no importa que diga el horario. Al rato llegaron Rosario y Ariel que subieron a la combi ya que habían decido partir rumbo a Copacabana. Luego de hora y media partimos rumbo al Alto donde la combi volvio a parar para intentar llenarse hasta el tope. Finalmente tomamos la ruta aunque previamente paramos en una estación de servicio para carga OIL. Tras unas 2 horas de viaje llegamos a medio camino donde debimos descender de la movilidad y tomar un ferry, mientras el transporte cruzaba por otro lado. Cruzamos de San Pedro a San Pablo, o viceversa, nunca supimos, pero la cuestión es que fue el primer cruce del Titikaka que realizamos y fue exitosa. Subimos nuevamente a la movilidad y emprendimos la segunda parte del trayecto, la cual fue notoriamente más peligrosa que la primera pues era un camino de montaña rodeado por bosque y ya eran alrededor de las 8 de la noche. Además de estos factores no modificables, el chofer insistia en conducir como si fuera un inglés y desafiando al resto de los conductores a carreras. Alrededor de las 22 llegamos a Copacabana. Ni bien bajamos nos sentimos realmente bien, a gusto y supimos que ese pueblo sería de nuestro agrado. Instantaneamente una señora se nos acerco y nos ofreció una habitación en su hotel Sonia. Tras un breve regateo conseguimos un precio de unos 12 bolivianos por persona con baño privado (5 pesos por persona, una ganga). Dejamos nuestro equipaje en la habitación que resultó ser un cuarto muy agradable aunque con una escases de camas por lo cual me tocó dormir en un colchon en el suelo.
Recorrimos el pueblo con rumbo a la costa, buscando trucha pues Nico (especialmente) y yo estabamos tentados. Nos encontramos con un restaurant bastante agradable y nos metimos. Tras hora u hora y media, y algunas idas hasta el mercado del mozo pues no contaba con stock de absolutamente nada, pudimos disfrutar de una comida excelente: lasagna, pizza, fajitas, etc.
Retornamos al hotel y nos acostamos a dormir, había sido un día extremadamente largo con grandes picos emocionales.
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